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Historia

Por Arrigo Coen Anitua
  Servicio de consulta sobre corrección idiomática.
Comisión de Ciencia, Tecnología e Informática de la ALDF
La Asamblea de Representantes del Distrito Federal, como órgano de representación ciudadana, con facultades para dictar bandos, ordenanzas y reglamentos de policía y buen gobierno, nace, por Decreto Promulgatorio publicado en el diario oficial el 10 de agosto de 1987. Con dichas facultades la I y II Asambleas funcionan hasta 1994.

Como parte del resultado de la Reforma Política del Distrito Federal, publicada por Decreto en el Diario Oficial del 25 de octubre de 1993, se eleva a la Asamblea de Representantes como órgano de gobierno, con facultades legislativas que dejan de ser meramente reglamentarias y se convierten en creadoras de ley para el Distrito Federal. Es entonces cuando la III Asamblea de Representantes del Distrito Federal adopta la aposición de I Legislatura.

Luego pasó a denominarse ASAMBLEA LEGISLATIVA DEL DISTRITO FEDERAL, en virtud de un Nuevo Decreto, éste publicado el 22 de agosto de 1996, y que modifica el artículo 122 de la Constitución. El mismo ordenamiento señala que estará integrada por diputados en vez de representantes.


SIGLO XV

El debate en los consejos tribales precortesianos.

HÉ AQUÍ CÓMO CONVERSAN LOS GOBERNANTES.
acerca del gobierno, para que no en sus manos
se arruine el agua, el monte (la ciudad), para que bien la lleven a cuestas, la tengan a su cargo; para que
bien conduzcan al ala, la cola (el pueblo).
En esta exhortación pueden tomar ejemplo
otros pueblos   1

Esta manera de conversar a que se refiere el autor de la Visión de los vencidos no es otra que la deliberación, el debate, forma comedida de controvertir para el esclarecimiento de la verdad y para la toma de decisiones que, quienes por la sabiduría atesorada en la edad madura, y con la experiencia del mando ejercido por la condición de alto linaje eran electos miembros de los consejos tribales con que se regía el democrático gobierno indígena precortesiano.

En todos los pueblos antiguos se ve, al lado del soberano, la asamblea de ciudadanos escogidos y de provecta edad, encargada de aconsejar al monarca en los asuntos más graves del estado.

Instaurada la forma republicana, crece la importancia del concepto de senado, que comparte la potestad del gobierno con los jefes de la ciudad o de la república (res) (pública), y la legislativa con la asamblea general de los ciudadanos. El senado, tanto por la importancia social como por la edad y gravedad de los individuos que lo formaban, tiene un lugar preponderante en todos los antiguos estados. Afecta un carácter aristocrático (en el doble sentido de la palabra: nobleza hereditaria y méritos ciudadanos).

El antropólogo doctor Gonzalo Aguirre Beltrán(1908-1996), en su libro Formas de Gobierno Indígena, hace una presentación sistemática de la historicidad en la política y en la construcción de Estado. En la primera parte de esta obra, Aguirre Beltrán expone, en forma por demás clara y sintética, la organización piramidal de gobierno con que se regían los indígenas en el ámbito prehispánico. En la magistral obra citada, el doctor Aguirre Beltrán deja claramente ubicados los niveles de debate de que emanaban las disposiciones que regían la vida de la gran confederación de tribus.

Gobierno del calpulli.

El gobierno del calpulli era ejercido por un consejo en el que recaía la autoridad suprema. Se hallaba integrado por los ancianos del calpulli, es decir, por los jefes de las parentelas o familias extensas; dicho de otro modo, por los hombres de mayor edad y sabiduría, cabezas de grupos de familias conyugales ligadas entre sí por herencia directa, patri o matrilineal. En la época colonial, estos ancianos fueron llamados indios cabezas e intervenían en todos los asuntos que demandaban una decisión trascendente.

Los indios cabeza, reunidos en consejo, elegían a los funcionarios del calpulli encargados de llevar a ejecución sus decisiones. De estos funcionarios el más prominente era el teachcauh, pariente mayor. Alonso de Zorita, o Zurita, (1512-1585), nos informa en el siguiente párrafo sobre las condiciones del importante cargo:

"Los comunes de estos barrios o calpullec siempre tienen una cabeza é nunca quieren estar sin ella, é ha de ser de ellos mesmos é no de otro calpulli, ni forastero, porque no lo sufren, é ha de ser principal y hábil para los amparar y defender; y lo elegían y eligen entre sí, y a éste tenían y tienen como Señor, y es como en Vizcaya ó en las montañas el pariente mayor; no por sucesión, sino por muerto uno eligen a otro, el más honrado, sabio y hábil a su modo, y viejo, el que mejor les parece para ello."

El teachcauh tenía a su cargo la administración comunal del calpullí, del producto de sus tierras, del trabajo de sus hombres, del orden, la justicia y el culto a sus dioses y antepasados. Era el procurador y representante del linaje ante el gobierno de la tribu, y como tal formaba parte del consejo tribal.

Tenía tanta importancia como el anterior otro funcionario del calpulli, el tecuhtli, el ‘señor’ según traducen comúnmente los cronistas, o el ‘abuelo’, según piensa Adolfo Francisco Bandelier (1840-1914), que ha estudiado minuciosamente la etimología de la voz. El tecuhtli desempeñaba un cargo que era también de elección y al que se llegaba "por hazañas hechas en la guerra"; el cargo duraba toda la vida, pero en él "no sucedía hijo a padre". El tecuhtli era el jefe militar del calpulli y tenía a su cuidado todo lo relativo a los negocios bélicos, desde el adiestramiento de los jóvenes en el telpochcalli, ‘casa de solteros’, hasta la dirección y manejo de los escudos en el campo de batalla; era el capitán del calpulli, quien llevaba en los azares de la guerra la sagrada insignia del linaje.

Funcionarios importantes del calpulli eran también lo tequitlatos, encargados especificamente de dirigir el trabajo comunal; los calpizque, recaudadores del tributo; los tlayacanque, ‘cuadrilleros’; los sacerdotes y médicos hechiceros, a cuya encomienda estaba la conservación de la seguridad psicológica del grupo; y una serie de mandones menores al cabo de los cuales se encontraban los topiles que ejercían menesteres de gendarmería. No debemos olvidar en esta enumeración al tlacuilo, ‘escribano’ o, mejor, ‘pintor de jeroglíficos’, el que llevaba la cuenta de los hechos del calpulli: la historia de su origen divino; sus peregrinaciones; la tendencia, apropiación y reparto de las tierras, y las formas, disfraces y atributos de sus dioses.

Los funcionarios del calpulli duraban en su encargo toda una vida; mas como sus cargos eran el resultado de una elección, no heredaban la función en sus hijos y descendientes, y podían, si para ello daban motivo grave, ser depuestos a voluntad del consejo de ancianos. Los funcionarios del calpulli, por lo demás eran siempre electos entre indios cabezas; entre los jefes de familia o ancianos del linaje. Es de suponer que sólo los topiles (to-, ‘nuestro’, pilli, ‘hijo’) no eran escogidos entre estos venerables jefes de una parentela.

Tribu y confederación.

La reunión de un grupo de calpultin ligados por lazos más o menos estrechos de parentesco, poseedores de constelaciones culturales comunes, entre las más visibles y características era tal vez la participación de un mismo lenguaje dialectal; pero sobre todo ese indefinido esprit de corps que daba unidad a los diferentes calpultin, integraba el grupo total, la tribu, si es que deseamos seguir usando él término hebreo que, por su vulgarización, parece ser el más adecuado para designar a este conglomerado de linajes.

Los parientes mayores y los jefes militares de cada calpulli constituían el consejo tribal y era este consejo el que elegía por una vida al tlatoani (‘el que habla’), en quien delegaban la ejecución de sus resoluciones. Este funcionario era, propiamente hablando, el gobernador de la tribu, a su lado otro personaje electo, el tlacatecuhtli (el ‘jefe de los hombres’), se encargaba de los menesteres militares, era el general de la tribu. La confederación de tribus, y la dirección que éstas tomaron hacia empresas de guerra, dio una suma enorme de poder al tlacatecuhtli, que opacó y se introdujo en las funciones del tlatoani, llegando a ser objeto en plena vida de una veneración que le convirtió en casi una divinidad. Ello propició el error de los cronistas que lo consideraron como monarca. De las mismas relaciones de los cronistas que, en el caso particular de México, lograron asistir en el tiempo a la elección de dos jefes principales de guerra, Cuitláhuac y Cuauhtémoc, y a la deposición de uno, Motecuhzoma, se desprende que la monarquía, sólo existía en la imaginación de los hispanos. Había, sí, una limitación en la libre elección; ésta sólo podía recaer en un calpulli o linaje determinado. No sabemos cuál era este calpulli ente los aztecas; sólo conocemos la insignia o blasón, el águila, nagual de su más remoto antepasado. Entre los mayas de la confederación, llamada el Nuevo Imperio, el linaje de los cocomes era aquel del que salían los jefes militares, halach unic, si hemos de conceder crédito a las palabras del obispo Landa: "... acordaron los Señores, para que la república durase, que el mando principal lo tuviese la casa de los Cocomes, por ser la más antigua y más rica y por ser la del que la regía entonces, hombre de más valor." Esta organización política, con variaciones de forma pero no de fondo, formaba la estructura básica de gobierno de los grupos étnicos repartidos por los cuatro vientos del país. Indudablemente que las formas más simples se encontraban entre las tribus que poseían una economía de recolección, de caza o pesca, mientras que las más complejas eran patrimonio de las altamente organizadas, donde la economía hortícola, unida al excedente que les suministraba el tributo de las tribus sometidas, las liberaba un tanto de la lucha por la diaria subsistencia. Hasta aquí el maestro Aguirre Beltrán. Tal fue la compleja forma de agrupación ideada por indígenas mexicanos como patrón cultural para regir, mediante debates, en diversos niveles de autoridad, grandes colectividades de gente, ligada, no sólo por una cultura común, sino también por lazos legendarios que los hermanaban en una misma dinastía mítica.
SIGLOS XVI y XVII

El antecedente más lejano que se tiene del espacio que actualmente ocupa el congreso local del Distrito Federal, se remonta a la época prehispánica, o sea, anterior a 1521; el sitio se ubicaba dentro de la gran Tenochtitlan, en posición nororiente del templo mayor y a unos 400 m de éste, en el perímetro del calpulli de Cuepopan (‘lugar de los dardos o de las armas’) que, como su nombre lo indica, era el barrio en que se almacenaban los implementos de guerra de los mexica.

En esa época la hoy calle de Donceles era un canal que corría del templo mayor hacia el noroeste, paralelo a la calzada de Tlacopan (Tacuba). Esta vía de agua formaba esquina con una rúa de tierra, la actual calle de Allende, conformando el terreno en donde hoy se asienta este edificio. Consumada la conquista el canal subsistió por muchos años hasta que fue cegado por insalubre y se conoció como calle de la Canoa, después de Los donceles (referida al ‘estanco de esclavos varones jóvenes’) y, finalmente, sólo Donceles, su nombre actual. "La otra calle de tierra corría de sur a norte hacia Tlatelolco; al inicio de la colonia se pensaba que en esta rúa vivió Cuauhtémoc, por lo que se llamó hacia 1524 la calle de Guatemuz; de hecho, algunos historiadores sitúan su palacio en algún lugar muy cercano a este sitio."   2 Por el año de 1535, el factor don Juan de Cervantes Casasús construyó su casa en la esquina sureste de las actuales calles de Donceles y Allende, en el predio que actualmente ocupa el Montepío Luz Savignon; la calle que hacía esquina se llamó por eso del Factor, hasta que finalmente, a raíz del triunfo de la guerra de Independencia se modifica por el de calle de Allende, uno de los personajes iniciadores de nuestra lucha libertaria.   3 El edificio que hoy alberga el Salón del Pleno (y de debates) y las oficinas de algunos diputados de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, I Legislatura, ocupa un espacio que, inicialmente estuvo destinado a baratillo, hubo allí un teatro que llevó efímeramente el nombre de Iturbide. En 1791, el sitio fue vendido al Ayuntamiento por el entonces propietario don Tomás Saradela; el predio se ubicaba en las esquinas de las calles del Factor y Canoa, hoy de Allende y Donceles, respectivamente, para que en ese lugar se construyera la Plazuela del Factor de la Cruz. El cronista José María Marroqui cuenta que: "... en la esquina de la calle segunda del Factor y la Canoa hubo una pequeña plaza que tal vez se dejó, ya porque hubiese algún lagunajo que impidió mercedar el sitio, ó porque en él se pusiera una fuente para el abasto de los vecinos. La fuente –agrega- estuvo en el centro de la plazuela, y en el surtidor de ella una cruz, de donde resultó que la plaza se llamara de la Cruz del Factor; y aun en algunos documentos antiguos se ve también dado el nombre de la calle de la Cruz del Factor...".
SIGLO XVIII

Desde la reconstrucción de la Ciudad de México como capital de la Nueva España, se combinaron geometrías prehispánicas con trazos de damero, lo que hoy llamamos ortogonales. Uno de los requisitos que se procuró satisfacer con eficiencia era el referente a los mercados, plazas o plazoletas destinadas al comercio. Surgen así los baratillos, definidos como ‘expendios de artículos de ínfima calidad’. En la esquina que ahora nos ocupa, y que antes, como queda ya dicho, se conocía como la del Factor y Canoa, se encontraba una finca abandonada, que también, según queda dicho, había sido adquirida mediante remate por el señor José (¿o Tomás?) Saradela. Durante la administración del segundo conde de Revillagigedo, don Juan Vicente Güemes Pacheco de Padilla, 52do. virrey de la Nueva España, se decidió readquirir el inmueble para construir un mercado al que fuesen trasladados los vendedores del Zócalo de la ciudad y como alternativa de abasto para los moradores del rumbo de San Lorenzo (por el templo dedicado a este santo, sito en la esquina de Allende y Belisario Domínguez), y sumado a esto el evitar la algarabía que se suscitaba en el centro de la vida mexicana. Este baratillo, que se llamo "del Factor de la Cruz", se inauguró en 1796 y sobrevivió hasta 1851, cuando fue reubicado en la Plaza del Jardín.


SIGLO XIX.

Por otro lado, este mismo sitio sería muy rápidamente dedicado a otro fin popular e interesante: el señor Manuel Cornejo levantaría una carpa de representaciones baratas. Según Antonio Zabala Abascal, se trataba de un "... feo y antiestético jacalón de madera, destinado a representaciones públicas, donde el precio máximo de entrada era de un tlaco   4. Por su ubicación, este jacalón siempre, o casi siempre, se encontraba a reventar"

Como ironía de la historia, hoy se levanta en el mismo espacio en donde se representaban escenas populares, el recinto parlamentario de representación ciudadana. Para 1851, el empresario guatemalteco don Francisco Arbeu, constructor de los principales teatros de su tiempo, obtiene la concesión otorgada por el Ayuntamiento para la edificación de un teatro, como medida para contrarrestar el monopolio existente. Desapareció entonces la "carpa Cornejo" y el baratillo fue desplazado al mercado de Villamil, en la citada Plaza del Jardín, donde ahora se encuentra el Teatro Blanquita. Los nuevos edificios, los nuevos estilos y la expansión de los círculos de vida de la ciudad de México alejaban del centro a los antiguos moradores. No sólo grupos de las clases populares se desplazaron del centro, también lo hicieron personas de posición económica y social alta; junto al lugar que ahora historiamos se encontraba ubicada la propiedad del mayorazgo de Juan de Suárez Peralta, notable cronista de su tiempo. El desenlace fue idéntico: ese terreno terminó siendo otro teatro, el Esperanza Iris. El señor Arbeu decidió bautizar el nuevo teatro con el nombre de Iturbide, en honor del consumador de la Independencia; figura ahora vituperada, pero que, en su tiempo, llegó a gozar de verdadera popularidad. "El Teatro de Iturbide se hizo en esquina, frente a la Plazuela del Factor, con proyecto del ingeniero Santiago Méndez, comenzado en 1851 y terminado en 1856. Su fachada tenía una galería adintelada y un poderoso frontón. En su interior "hacíase grata a la vista de feliz distribución de los palcos y la gracia y el buen gusto de los adornos; las esculturas afectaban las mil variadas formas de los estilos góticos, bizantinos y del Renacimiento, miscelánea atrevida tal vez, pero de buen gusto... el conjunto era rico, risueño, aéreo y elegante... Innovación introducida por el señor Méndez fue la galería antepuesta a los palcos primeros, muy usada en los Estados Unidos... las plateas remplazaron a los balcones del Teatro Nacional y fueron otra innovación, pero la fachada carecía de gusto y de estilo, con su pórtico que invade la banqueta..."   5 Fue arreglado en 1910 para Cámara de Diputados, por Manuel Sarozpe, con fachada de gran corrección clásica pero con angustiada escalera", como dice con gracia y verdad Justino Fernández. Los fines se desdoblan y multiplican, la historia de este lugar (como ocurre con otros edificios de México) nos guiará por muchos episodios, narra episodios que rebasan su espacio y, aun así, guarda muchos secretos. La construcción del teatro Iturbide se terminó en 1855 bajo las órdenes del citado ingeniero Santiago Méndez y su decoración interior estuvo bajo los gustos del señor Manuel Serrano. Lo inauguró el 3 de febrero de 1856, durante las fiestas de carnaval, el entonces presidente de la república, general Ignacio Comonfort. Este teatro llegó a ser considerado "... el primer teatro funcional, cómodo y elegante de la ciudad de México". Su fama se debía a la majestuosidad de su interior, el uso de las lámparas de gas para su alumbrado, orquesta para que bailaran los que no querían estar en la obra representada, así como candilaríy adornos de primera. Fue, además, de los primeros teatros en desterrar el sistema popular de subarriendo, pues se acostumbrabaconvertir un teatro en casa de vecindad -conjunto de viviendas- durante los largos meses en que no era era temporada de representaciones dramáticas o líricas. Ahí se presentaron los mejores espectáculos nacionales de su tiempo e inclusive internacionales. Esta gran construcción tenía un gran pórtico formado por cuatro columnas de alto basamento y por dos pilastras adosadas a los muros laterales de la fachada. Las columnas sostenían los pisos superiores del edificio, cubiertos con grandes cristales donde se encontraban los salones de recreo Para entrar al edificio había cinco puertas enmarcadas por arcos de medio punto. Pero lo que más llamaba la atención de los espectadores era el escenario, que tenía un decorado con pinturas que representaban temas de la mitología grecorromana. En su inauguración se realizó un suntuosísimo baile de máscaras amenizado por una gran orquesta dirigida por el maestro José María Chávez. Para continuar con curiosidades y coincidencias, basta mencionar que la primera comedia representada aquí fue ¿Y para qué?, cuyo autor, Pantaleón Tovar, fue luego diputado y cronista parlamentario. Una de las posibles respuestas al nombre de esa comedia surgió en 1872: con motivo del incendio del recinto de la cámara de diputados, se presionó al Ayuntamiento para que concediera permiso de ocupar el teatro Iturbide, el cual se encontraba en desuso desde 1857 cuando tuvo que ser cerrado ante la inestabilidad política del país. Se mando habilitarlo, aprovechando su suntuosidad, para la toma de protesta del Lic. Sebastián Lerdo de Tejada como presidente de México. A raíz del deceso del Lic. Benito Juárez, en julio del 72. Lerdo entró como presidente interino, para luego obtener la presidencia constitucional, venciendo a Porfirio Díaz por una abrumadora mayoría de votos: 10,502 contra 680 de su oponente. Según la crónica del Monitor Republicano ( 1872 )"... el domingo primero a las cinco de la tarde, el elegante Teatro Iturbide, ya adaptado para contener la representación nacional, sin ninguna ceremonia previa se abrió al público y éste ocupó todas las galerías, y a las 6:00 se presentó el señor don Sebastián Lerdo de Tejada a rendir su protesta de ley constitucional. No hubo brindis, ni versos, ni odas, ni madrigales. Sólo un té acompañado con un fino champaña dispuesto por algunos diputados de muy buena voluntad en la gran sala..."

SIGLO XX

Posteriormente, el período conocido como el Porfiriato abre en nuestra historia un paréntesis de treinta y cinco años de "poca política y mucha administración". Durante todo ese lapso, el teatro fue el recinto oficial del poder legislativo, con un estilo propio de ese tiempo: debates con tranquilidad, acuerdos sin discusión y votaciones dictadas... hasta que, al iniciarse el siglo XX, soplan vientos de cambio y se vislumbran fuertes nubarrones con desplazamientos sociales y políticos en la vida nacional. El edificio no se quedó atrás: como fiel espejo de las coincidencias, se incendia en la madrugada del 23 de marzo de 1909, nueve meses antes del levantamiento popular dirigido por Francisco I. Madero.

Este incendio fue devastador, se perdió la totalidad del archivo de la Cámara de Diputados que se había logrado rescatar del incendio en el recinto de Palacio Nacional; se perdió para siempre el original del acta de independencia y un retrato del generalísimo Morelos, que se decía era "vista auténtica de su faz" y se perdieron muchas de las decoraciones del antiguo Teatro Iturbide. En las crónicas de los periódicos " El Imparcial" y " El País" se narró: "... no ha quedado nada, ni siquiera piedra sobre piedra. Debido a la negligencia del gendarme de guardia, los bomberos llegaron demasiado tarde. En vista de lo avanzado de la hora casi nadie se dio cuenta de la terrible conflagración. Los habitantes de las casas vecinas abandonaron la cama presas del terrible pánico ". Prefiguración de otros pánicos, los periodistas mencionan un curioso episodio heroico y chusco: "... sólo se salvo la espada del general Iturbide, que Ignacio Bustamante regaló al Congreso de 1839. (...) Fiel amigo y colaborador del Héroe de Iguala, dedica al Congreso Mexicano este sable, por ser el mismo que el inmortal Iturbide usó en la campaña de siete meses, en que logró la libertad de su patria (...) y en la parte media del sable se leía: ' no es de oro; su precio es inmenso: es la independencia naciona ' " . Durante la administración del general Díaz no se preocuparon por la remodelación y mantenimiento del antiguo teatro. Con el incendio de este recinto la pérdida era irreparable para el patrimonio de la nación. Por ello, y por acuerdo del octogenario presidente, se aprueba la iniciativa de construir un recinto legislativo provisional en el mismo predio; alterna a esta obra, se emprende la construcción de lo que se proyectaba que fuese la sede oficial, con dos alas, una para cada cámara: un flamante Palacio Legislativo, estilo capitolio neoclásico, que sustituyera al antiguo recinto. Finalmente, de éste sólo se concluyó la cúpula, lo que hoy es el Monumento a la Revolución, en la Plaza de la República La construcción del recinto provisional se encomendó a los arquitectos Mauricio de María y Campos y Genaro Alcorta, con una construcción estilo francés neoclásica, escuela en que se clasifican sus características arquitectónicas. El tiempo de construcción fue récord: en 14 meses (del 10 de junio de 1909 a agosto de 1910); el diseño, construcción, mano de obra, materiales y técnicas empleadas, fueron casi todas mexicanas. La estructura de acero la fabricó la empresa Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, a petición del arquitecto El frontispicio exterior fue encargado al artista francés Boutry y realizado en Suiza. Las líneas estéticas generales del edificio, empero, correspondieron al clasicismo imperante. La escuela de San Carlos donde el arquitecto constructor estudió al cambiar el siglo, estaba enraizada en el academicismo y en la famosa Escuela Mexicana de Arte. Con este escenario, "... el primero de abril de 1911, don Porfirio Díaz fue a una Cámara de Diputados recién estrenada en las calles de Donceles y Factor, con motivo de la apertura del segundo período de sesiones del XXV Congreso, para presentar su nuevo gabinete. El general y presidente propuso a la Legislatura emprender enmiendas jurídicas verdaderamente importantes: la no reelección, que ya aseguraba la retirada de Díaz a sus 86 años de edad y a los 40 de haber asumido la primera magistratura; el pronto castigo de abusos cometidos por instituciones oficiales o por los gobernadores; la reforma de la ley electoral hasta el punto de hacer efectivo el sufragio; la reorganización del poder judicial con miras a independizarlo del ejecutivo." El 25 de mayo del mismo año (1911), el general Díaz presenta su renuncia, como resultado del triunfo del movimiento revolucionario; queda como presidente interino el Lic. Francisco León de la Barra, mismo que sería el primer presidente de la Revolución triunfante que rindió protesta en este recinto. Lo cierto es que, como uno de los órganos que integran el poder legislativo, la Cámara de Diputados, en México ha tenido que recurrir en muchas ocasiones a la utilización de teatros para la representación de sus poderes y para la realización de sus ceremonias. A lo largo de los tiempos lo han sido también el Teatro Esperanza Iris, el Palacio de Bellas Artes e incluso el Auditorio Nacional. El recinto de Donceles y Allende por su valor histórico-político, fue convertido, por decreto, en Museo Legislativo; por su planta en hemiciclo, su elegante foro llegó a ser conocido como La Mortadela, dada su forma casi circular. En él se han leído discursos determinantes, se han aprobado decretos fundamentales y, en suma, decisiones clave en la vida de México. Como muestra de lo anterior podemos enlistar algunos de estos sucesos:
  • En dos ocasiones Francisco I. Madero asistió, como presidente constitucional de México.
  • Victoriano Huerta disuelve arbitrariamente la XXVI Legislatura, creando otra leal a sus fines.
  • Venustiano Carranza, como Presidente, después de establecer el Constituyente de Querétaro e instaurar la legalidad en la República, acude durante su período a rendir sus informes de gobierno.
  • Aquí se dirimen las pugnas entre los caudillos de la Revolución, Alvaro Obregón y Plutarco Elías Calles.
  • Se aprueba por decreto la Ley de Expropiación Petrolera, propuesta por el presidente, el general Lázaro Cárdenas del Río.
  • Se aprueban el derecho al voto de la mujer, a iniciativa del presidente Lic. Ruiz Cortines; la nacionalización de la industria eléctrica, en la administración del Lic. Adolfo López Mateos, así como el otorgamiento de la ciudadanía a los 18 años.
Se han presentado iniciativas de reformas políticas, y han comparecido servidores públicos de todas las categorías: secretarios y subsecretarios de estado, e incluso personajes del ámbito cultural.

El 1o. de septiembre de 1981, el presidente José López Portillo rinde su 5to. informe de gobierno en un nuevo recinto el de San Lázaro. El edificio de Donceles permanece como recinto alterno hasta junio de 1982, fecha en que se concluye la obra de la nueva Cámara de Diputados.

Con los nuevos mecanismos de la vida política de la ciudad, vuelve el antiguo recinto a ser escenario principal. Ni carpa, ni vecindad, ni local de comercio, ni teatro, sino la sede de la representación de la ciudadanía capitalina, mediante el establecimiento de la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, donde se ventilan todo tipo de asuntos tradicionales como el comercio, el transporte, la vivienda, o temas de actualidad como los derechos humanos, la protección al medio ambiente o la impartición de justicia. Una de sus tareas es la de otorgar la medalla al Mérito Ciudadano, como reconocimiento a personajes que se han destacado por su ejemplar profesionalismo en diferentes áreas del saber. Todos nuestros edificios tienen largas historias y es preciso, o por lo menos muy gozoso, conocer los múltiples e infinitos pasados que nos ofrece la ciudad de México. Sobre todo su Centro Histórico; en el que se puede viajar casi siete siglos sin salirse de siete cuadras a la redonda. Por mínimos que sean estos mágicos espacios merecen atención y particular cariño.
1 León Portilla, Dr. Miguel.- Huehuetlahtolli, testimonio de la antigua palabra - Secretaría de Educación Pública y Fondo de Cultura Económica. México, 1991. (pág. 134).     Regresar
2 Carrera Estampa, Manuel, México - Tenochtitlan Reconstrucción esquemática, 1325 - 1519 (plano).    Regresar
3 Carrera, Gabriela, Historia general del recinto de Donceles y Allende. 194, ALDF.    Regresar
4 El tlaco valía centavo y medio.    Regresar
5 Enrique Olavarría y Ferrari. Reseña histórica del teatro en México. Tomo I, p. (639).    Regresar